Felicidad para Dummies

El pasado fin de semana estaba buscando un libro en una céntrica librería y descubrí con asombro que, al parecer, la felicidad es un tema que nos tiene ligeramente preocupados. Así a simple vista me encontré con una decena de títulos que hablaban del tema: Escuela de felicidad, Filosofía para la felicidad, Tropezar con la felicidad, Una nueva felicidad, En defensa de la felicidad, El camino de la felicidad, La conquista de la felicidad, Las gafas de la felicidad, El arte de la felicidad, La auténtica felicidad… En mi opinión, creo que estamos realmente jodidos. Está claro que como adultos buscamos la felicidad por encima de todas las cosas, pero, ¿qué es la felicidad? Vaya pregunta, ¿no? Yo en caso de duda suelo remitirme a la Real Academia Española. Rebuscando en las páginas del diccionario fue donde recordé su definición: “Estado de grata satisfacción espiritual y física.”

La sorpresa fue que ese mismo día tropecé con una noticia en el diario que hablaba del Informe 2016 sobre la Felicidad Mundial elaborado por la ONU. ¡Dios mío!, pensé, alguien está empeñado en que yo también encuentre la felicidad sea como sea. Me zambullí interesado en la noticia y descubrí con asombro que, curiosamente, los diez países más felices del mundo no tienen nada que ver con los que, al menos yo, me había imaginado. Podría haberme jugado doble contra sencillo con cualquiera la respuesta y habría perdido hasta la camisa. Bueno, lo diré ya. Ahí van los diez primeros de carrerilla: Dinamarca, Suiza, Islandia, Noruega, Finlandia, Canadá, Países Bajos, Nueva Zelanda, Australia y Suecia.

¡Qué! ¡Vaya sorpresa! ¿No? Pues el caso es que el mejor situado de los países de lengua española es Costa Rica en el puesto 14. México en el 21, Chile el 24. Panamá el 25, Argentina el 26, Uruguay el 29, Colombia el 31 y, finalmente, España no aparece hasta el número 37 de la lista. A mí siempre me habían vendido la moto de que en el Sur se vivía mejor. ¿Dónde quedan los ecos de aquella canción de Raffaella Carrà que pregonaba que para hacer bien el amor había que venir al Sur? Todo un mito. Resulta que ahora el secreto de la felicidad está en Dinamarca. No hay como pasar frío y no salir de casa para encontrar la felicidad en las pequeñas cosas.

Según dicho informe, la felicidad ofrece una mejor medida del bienestar humano que indicadores tradicionales como la educación, la salud, la pobreza, o el nivel de ingresos. Al parecer las personas que viven en los países más felices tienen una esperanza de vida más alta, más apoyo social, más libertad para tomar decisiones en la vida, menos corrupción, son más generosos y, además, su producto interior bruto per cápita es más alto.

Al levantar la vista del diario recordé la vistosa portada del libro, bestseller en 14 países,
del que todo el mundo habla: Hygge: la felicidad en las pequeñas cosas. Al parecer Hygge (pronúnciese /juga/) significa ‘bienestar’ en danés, y resulta que este libro ha sido escrito por Meik Wiking fundador del Instituto para la Búsqueda de la Felicidad, ahí es nada. En mi opinión, lo que hace que Dinamarca sea el país más feliz del mundo, no son las velas, ni los cojines ni los jerséis gordos. Creo que tiene mucho más que ver el que disfruten de una jornada laboral de 35 horas, acceso gratuito a la sanidad y a la universidad, sueldos altos, buenas pensiones, y una más que razonable igualdad entre hombres y mujeres.

Cuando el miércoles te fui a buscar al entrenamiento de fútbol estaba ansioso por preguntarte qué era para ti la felicidad. Siempre he creído que los niños son más sinceros que los adultos y, no sé por qué, creo que son los verdaderos expertos en felicidad. Te hice la pregunta con decisión pero no me respondiste. A cambio me la devolviste tú a mí:

-¿Y para ti, papá, qué es la felicidad?- me preguntaste.

Pensé que para mí la felicidad era un regalo invisible a simple vista. Ese instante que pasa sin darnos cuenta, como un parpadeo. Pero simplemente respondí:

-Pues, no lo sé. Supongo que estar junto a ti.
-¿Y para ti?- insistí de nuevo.
-Pues jugar al fútbol con mi equipo y, si tengo suerte, meter un gol- me respondiste.

Pues ahí está la solución al enigma. Sin quererlo me has dado el secreto de la felicidad: desconectar, disfrutar del momento, construir un proyecto común, pensar más en el nosotros que en uno mismo y, en definitiva, disfrutar de la tribu.

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